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Como lo planteé en el escrito anterior, vamos a seguir tratando de alcanzar con la vista una cosa lejana.
Lo primero
es que no parece lejana. Está omnipresente en cada rincón de las noticias, en
las calles solitarias o con personas usando mascarillas y guantes, en los
hospitales a los cuales solo podemos acceder en caso de urgencia extrema, o contagiándonos.
Se adentró en cada hogar y mas
precisamente en cada vida, tocando, incluso, espacios desconocidos, y
alborotando las sombras.
Parece habernos pillado “in fraganti” en nuestra fragilidad insospechada, como sacudiendo nuestra
incredulidad: “¡No puedo creer que me muera por un bichito tan insignificante!”. Pero, por si o por no corrimos, como debe
ser, a guardarnos, a ocupar espacios íntimos y protegidos. En este punto está “la cosa lejana” a la que la pandemia nos mueve a mirar.
Este ha sido
un tema de discusión. ¿Acaso nos creíamos super héroes o heroínas? ¿Es esta
pandemia una broma de mal gusto donde de pronto somos protagonistas de una
serie de ciencia ficción? Se percibe un
extrañamiento ante el aislamiento impuesto y aceptado. Una sensación de
irrealidad que vamos viviendo día a día. Releo lo escrito y sonrío. Lo irreal
es poder estar en casa, a un ritmo más natural, escuchándonos mínimamente el
saludo, comiendo a la hora y sentados a la mesa, padeciendo las desaveniencias
de la convivencia sin mucha oportunidad de escapar. Y estar es enfrentar y resolver, desde
la gotera que nos caía, pero ignorábamos, hasta el desamor que se nos fue colando
como el salitre en las bases de alguna que otra relación.
Lo que vamos
atisbando es nuestra deshumanización, la sujeción a un sistema que nos ofrece
como presas al halcón del consumismo que nos consume sin permitir que nos consumemos
como personas. Estamos en una pandemia viral, donde miles de vidas se han
perdido y eso es doloroso, muy doloroso. No hay peros que valgan ante este acontecimiento.
Solo propongo mirar un poco más allá para que sospechemos y descubramos que en
esa fragilidad está la fortaleza de validarnos como seres humanos, de renunciar
al juego de poder que implica la violencia, de amar la vida que tenemos y desear
cuidar de ella, de la propia y de la del Otro.