sábado, 11 de abril de 2020

De Venezuela a Chile


Aquí en Chile: 

agosto 2017-abril 2020


Hace ya casi tres años, inicie un viaje de Venezuela a Chile.  De más de media vida vivida, según las estadísticas, al inicio de una vida cero kilómetros (¿?).
Quizás deba iniciar con un encuentro distinto conmigo, con la que se fue, con la que llego, con esa que dejó un tiempo de cotidiana existencia, para no desperdiciar en quejas y tristezas la que le resta.   Lo primero que tengo que decir, decirme, es que hacían varios años que me encontraba con el deseo de Anchimalen, de la "Voz del Síntoma", del conocer a la Nana, patrimonio vivo de Chile. Hacia ese desear dirigí el timón y arribé a buen puerto, textualmente.  Pocos días después de un largo viaje Caracas-Santiago-Linares-Concepción -Puerto Montt, por tierra, embarqué el transbordador que me dejó en Chiloé.  En Anchimalen encontré una naturaleza que suavizó la vorágine del caos del terruño maltratado. Allí fui descubriendo a "Cachai altiro", un regalo de vida que se abrió ante mis ojos durante meses. Compañeros de camino que se me revelaron y, ante quienes yo me expuse con la tranquilidad de saberme respetada y amada. misericordiosamente. Socios de proyectos comunes y diferentes que se acogen con la responsabilidad de querer el bien común. Ante los cuales uno se compromete y, el Otro también y rendimos mutuamente cuenta de lo realizado con la Alegría del Nosotros en desarrollo.
Luego vino un periplo de búsqueda de trabajo que me condujo hasta Viña del Mar, una ciudad que conocía por su Festival anual histórico.  Pero no me dirigí a la “Quinta Vergara”, sino al Servicio de Salud Viña del Mar-Quillota, hogar de mi quehacer profesional hasta hace poco menos de un mes. Ir y venir de Viña a La Ligua, de Quillota a Limache, a la Unidad hospitalaria al interior de la cárcel de menores (UHCIP). Experiencia de conocer el sistema publico de salud con sus debes y sus haberes. Ejercí con permiso de la Seremi de salud, atendí una asombrosa lista de pacientes con dos años en espera, usuarios GES, enseñe un poco de clínica psiquiátrica, realice consultorías con las comunas de salud mental de Petorca, visite las postas y los Cesfam, me “enlace” con el hospital “San Agustín” de la Ligua, aprendí a lidiar con el sistema administrativo a trancas y barrancas, pero poco supe y sé de hojas Excel y registros. En el equipo ESMA entre como coordinadora y salí con la alegría de haber atendido a quienes necesitaban de mi quehacer.  Compartí con PRAIS y su gente bella y atenta. Cultive en la UHCIP Limache un equipo de trabajo clínico-psicosocial que además de experiencia me dejo gente querida.
Ahora, con eunacom y conacem suspendidos, pero con mi saber integro y mis deseos de servir renovados, quiero estrenar nuevos proyectos que me permitan remover la tierra y plantar algunas semillas que traje como equipaje, entre ellas la semilla del encuentro terapéutico. Deseo, como al principio, practicar en suelo ajeno el ejercicio cotidiano de contactar genuinamente con aquel o aquella que no soy yo para estar a sus ordenes y cultivar la vida buena, de la salud integral y el bienestar común.

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